David Cuenca Ros
per en 28 Setembre 2015
847 Vistes

Querida prima Encarna,

Me dirijo a ti por primera vez. Aún no hemos tenido la oportunidad de conocernos, y tampoco nos hemos comunicado nunca ni por Whatsapp ni por Facebook. No porque sea antipático, créeme: simplemente no me gustan estas moderneces; prefiero el contacto humano, que además muchas veces evita malentendidos.

Pero esta vez siento la necesidad de hacerlo. Estoy seguro de que cuando ayer comentaste un post de mi esposa, tu prima Neus, no lo hiciste con mala intención ni con ánimo de ofender. Es más: no nos has ofendido. Neus y yo tenemos muy claro que los lazos familiares están por encima de las discrepancias políticas.

Sin embargo, tus comentarios me hicieron pensar, y me parecieron un síntoma claro de una gran mayoría de españoles de buena fe que hablan de Catalunya desde el desconocimiento. Con este escrito, sólo quiero ayudarte a entender un poco mejor las cosas. No pretendo convencerte, sólo que tengas otra versión que donde vives no te ofrecen.

En primer lugar comentas: "Sí 48%, No 52%." Hay al menos dos razones para matizar esta afirmación. La primera: es un poco tramposo poner en el saco del No todos los votos que obtuvo Catalunya Sí Que Es Pot (por cierto, por lo que te conozco de referencias, probablemente el partido que habrías votado si vivieras en Catalunya). Porque esta especie de marca catalana de Podemos defiende el derecho a decidir del pueblo catalán. Simplemente, no incluyó la independencia en el programa porque no estaba de acuerdo en la hoja de ruta de Junts pel Sí y la CUP, ya que ingenuamente aún creía que se podía negociar un referéndum pactado con el estado español. Pero muchos de sus dirigentes son independentistas y, probablemente, muchos de sus votantes también. En este sentido, creo que podríamos distinguir entre los votantes de Catalunya Sí Que Es Pot básicamente tres perfiles: el que prioriza el cambio social a la independencia (sin que ello signifique necesariamente que la independencia no le interese), el que quiere la independencia con una fórmula distinta a la propuesta por Junts pel Sí y la CUP y, finalmente, el que no quiere irse de España y confía en que una hipotética (cada vez más) llegada de Podemos a la Moncloa cambie las relaciones entre los dos gobiernos. Por lo tanto, sólo con un referéndum real (que el gobierno español no nos ha permitido hacer de ninguna manera) sabríamos qué porcentage del voto de Catalunya Sí Que Es Pot poner en cada saco.

Segundo matiz, al margen de lo comentado a propósito de Catalunya Sí Que Es Pot: es fácil pensar que los independentistas hacemos trampa. Que dijimos que esto era un plebiscito y que luego contamos escaños en lugar de votos. Pero yo creo que es justo al revés: lo que no puede ser es que el rival decida las reglas del juego (elecciones y no referéndum), pierda el partido y luego se queje de dichas normas. Esto sí que es tramposo, básicamente por una razón: en un referéndum normal, en cualquier debate televisivo habría habido un cara a cara entre un representante del SÍ y un representante del NO. En el juego de unas elecciones, en cambio, en cada debate (quizás te interesó ver el de La Sexta) eran 5 candidaturas contra Junts pel Sí (en el caso de Catalunya Sí Que Es Pot más por ideología anti-Mas que antiindependentista) y la CUP. Cinco contra dos, con lo que ello implica en la distribución del tiempo para exponer argumentos. Es decir: no se pueden pedir resultados propios de un referéndum cuando las condiciones para el debate previo no lo son.

Pero es que, además, hay cosas que estoy convencido de que te horrorizarían tanto como a nosotros si vivieras en Catalunya. ¿Sabías que una organización ultraderechista y franquista se ha dedicado durante la campaña a ir a los asilos a asustar a nuestros ancianos con mentiras sobre el pago de sus pensiones en una Catalunya independiente? ¿Sabías que la diplomacia española ha impedido a catalanes residentes en el extranjero ejercer su derecho a voto porque todos los estudios revelan que ese voto es mayoritariamente independentista? ¿Sabías que ayer se encontraron en un colegio electoral sobres en las mesas que en lugar de estar vacíos contenían ya una papeleta del PP para que si algún despistado no se percataba y votaba otra opción su voto fuera declarado nulo? ¿Os ha llegado que la diplomacia española manipuló la traducción de las declaraciones de un alto mandatario europeo sobre nuestro futuro en la Unión Europea en caso de independencia? ¿Es todo esto decoroso? ¿Es todo esto democrático?

Pues bien, a pesar de todo este juego sucio, un 48% de voto nítidamente independentista. Un exitazo. Y si mis argumentos anteriores no te han parecido suficientes, añado otro: Rajoy tiene mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados con un 44% de los votos. ¿Rajoy está legitimado para gobernar España como le da la gana a él solito con un 44% de los votos y los independentistas no lo están para llevar a cabo su proyecto con el 48%?

Esto nos lleva a tu siguiente comentario: "Y con el 52% que ha dicho que no, qué vais a hacer? ¿Echarles?" Ya he comentado que no todo el 52% ha dicho que no, pero al margen de esto aquí no echamos a nadie. Los líderes independentistas han dejado muy claro que el nuevo país lo vamos a construir entre todos, los independentistas y los que no. Porque somos un solo pueblo. Si hay un argumento (por llamarlo de alguna manera) que me parece irritante y ridículo es que la sociedad catalana está dividida. En una sociedad sana, lo normal es que no todo el mundo piense lo mismo. Pero que no todo el mundo piense lo mismo no significa que nos pasemos el día dándonos mamporros con las banderas (aunque dos ediles impresentables de Barcelona sí lo hicieran bochornosamente en el balcón del ayuntamiento). Simplemente, las diferencias ideológicas se resuelven en las urnas. Y, aunque no lo creáis, ayer las urnas nos dieron la razón (sólo hay que echar una ojeada a la prensa seria europea y mundial para darse cuenta). Pero insisto: el nuevo país será de todos. Los independentistas hemos estado años pidiendo votar. Que todo el mundo pueda votar. Es decir, hemos trabajado para que se pueda expresar todo el mundo; también los que no piensan como nosotros. Les tenemos en cuenta y nos ayudan a ser autocríticos. En otras palabras: el nuevo país que construiremos (con una constitución que será aprobada en referéndum, esta vez sí, de forma inapelable) será más cómodo para aquellos que se sienten españoles que no lo ha sido jamás España para aquellos que no nos lo sentimos. Siempre me he sentido un ciudadano de segunda en España, y seré el primero en no tolerar que nadie (piense lo que piense) se sienta un ciudadano de segunda en la nueva República Catalana. Porque no queremos la independencia para quitarle derechos a nadie, sino para tener más; para tener todos aquellos que España nos niega a todos los catalanes, independentistas o no.

Y es que si vivieras en Catalunya sabrías que la nuestra es una sociedad abierta y tolerante, de acogida, de integración pero no de asimilación. Entendemos que hay mil maneras de ser catalán, y nos gusta que así sea. España sólo acepta una forma de ser español, y como no nos gusta por eso nos vamos. España debería preguntarse cómo es posible que personas que han nacido en su seno, como mi padre, la sientan tan lejana mientras que en Catalunya miles de personas que han nacido fuera de ella la sientan como propia y compartan su lucha.

No me malinterpretes. Estoy hablando todo el tiempo de España como institución, como gobierno, como estado. Hablo de sus gobernantes, no de sus ciudadanos. Y no pretendo decir que seamos perfectos, sólo que no somos tan malos como nos pintan todos los medios españoles. Muchas veces me he puesto en vuestro lugar, y os he comprendido. Debéis pensar qué tenéis de tan malo que no queramos formar parte de vosotros. Debéis pensar que nos creemos mejores que los demás. No se trata de eso: simplemente, no nos sentimos a gusto con el trato que nos da el estado, y elegimos libremente marcharnos.

Pero, y esto me lleva a tu tercer comentario, no queremos que para ver a su familia nadie necesite pasaporte. Para poder vernos y darnos un abrazo, los kilómetros que nos separan son los mismos hoy que ayer o mañana. Y tienes razón en tu interpretación de Kavafis: lo importante es el viaje en sí. Hoy hablo contigo para hablarle a toda España, pero también para hablarme a mí mismo. Para recuperarme de una cierta decepción (esperaba que aún fuéramos muchísimos más, lo reconozco) y decirme que sí, que lo importante es el viaje en sí. Y que tal vez con los resultados de ayer el viaje aún será un poquito más largo, pero no me importa. En el viaje he aprendido mucho: he aprendido que el sentimiento independentista no es una cuestión de banderas, ni de lenguas, ni siquiera de identidades. Es una cuestión de dignidad. Y probablemente en lo que queda de trayecto todavía aprenderé más, por lo que mi prisa es relativa. Pero fíjate bien en otra cosa que también dice el poema: hay que tener siempre la idea de Ítaca presente. Porque sin el objetivo, no hay viaje. El objetivo existe, y lo vamos a alcanzar. Más tarde o más temprano, más jóvenes o más viejos, a buen seguro más sabios. Pero lo vamos a alcanzar.

Con todo el amor y el cariño que España nunca nos ha dado,

Tu primo David

Publicat a: Oci
Sigues el primer a qui li agrada això.
David Cuenca Ros
Gràcies!
29 Setembre 2015
David Cuenca Ros
Nou article
1 D'octubre 2015